Hasta aquí la enseñanza de staretz era de orden natural y terapéutico. Según el testimonio de Filón de Alejandría, los antiguos monjes eran "terapeutas". Más que conducir a la iluminación, su papel consistía en curar la naturaleza; ponerla en las mejores condiciones para que pudiera recibir la gracia, que no contradecía la naturaleza sino que la restauraba y cumplía. Es lo que hacía el monje con el joven filósofo enseñándole un método de meditación que algunos podrían llamar "puramente natural". La montaña, la amapola, el océano, el pájaro, eran otros tantos elementos de la naturaleza que recuerdan al hombre que debe ir más lejos, recapitular los diferentes niveles del ser o incluso los diferentes reinos que componen el macrocosmos: el reino mineral, el reino vegetal, el reino animal... A menudo el hombre ha perdido el contacto con el cosmos, con la roca, con los animales y esto ha provocado en él desazones, enfermedades, inseguridades, ansiedad. La persona humana se siente "de más ", extranjera en el mundo. Meditar era comenzar a entrar en la meditación y la alabanza del universo porque, como dicen los Padres, "todas las cosas saben rezar antes que nosostros". El hombre es el lugar en que la oración del mundo toma consciencia de ella misma; está para nombrar lo que balbucean las criaturas. Con la meditación de Abraham entramos en una consciencia nueva y más alta que se llama fe, es decir, la adhesión de la inteligencia y del corazón en ese "tú" que se transparenta en el tuteo múltiple de todos los seres.
Esa es la experiencia de Abraham: detrás del titilar de las estrellas hay algo más que estrellas, un presencia difícil de nombrar, que nada puede nombrar y que sin embargo posee todos los nombres.
Es algo más que el universo y que sin embargo no puede ser aprehendido fuera del universo. La diferencia que hay entre el azul del cielo y el azul de una mirada, más allá de todos los azules. Abraham iba a la búsqueda de esa mirada.
Después de haber aprendido el cimiento, el enraizamiento, la orientación positiva hacia la luz, la respitación apacible de los océanos, el canto interior, el joven estaba invitado a despertar el corazón. "He aquí que de repente tú eres alguien". Lo propio del corazón es, en efecto, personalizarlo todo y en este caso, personalizar al Absoluto, la fuente de todo lo que es y respira, nombrarlo, llamarle "mi Dios, mi Creador" e ir en su Presencia. Para Abraham meditar es mantener bajo las apariencias más variadas el contacto con esta Presencia. Esta forma de meditación entra en los detalles concretos de la vida cotidiana. El episodio de la encina de Mambré nos muestra a Abraham "sentado en la entrada de la tienda, en lo más cálido del día"; allí acogerá a tres extranjeros que van a revelarse como enviados de Dios. Meditar como Abraham, decía el padre Serafin, es "practicar la hospitalidad: el vaso de agua que das al que tiene sed, no te aleja del silencio sino que te acerca a la fuente. Meditar como Abraham, ya lo entiendes no sólo despierta en ti paz y luz sino también al amor por todos los hombres". El padre Serafin leyó al joven el famoso pasaje del libro del Génesis en que se trata de la intercesión de Abraham.
"Abraham estaba delante de Yahvé... se acercó y le dijo: ¿Vas a suprimir al justo con el pecador? ¿Acaso hay cincuenta justos en la ciudad y no perdonarás a la ciudad por los cincuenta justos que hay en su seno... ? " Poco a poco Abraham fue reduciendo el número de los justos para que Gomorra no fuera destruida. "Que mi Señor no se irrite y hablaré una vez más: ¿Acaso se encontrarán diez? (cf.Gen 18,16)
Meditar como Abraham es interceder por la vida de los hombres, no ignorar su corrupción pero sin embargo no desesperar jamás de la misericordia de Dios.
Este estilo de meditación libera el corazón de cualquier juicio y condena, en todo tiempo y lugar. Aunque sean muchos los horrores que pueda contemplar, llama al perdon y a la bendición.
Meditar como Abraham lleva aún más lejos. Las palabras pugnaban por salir de la garganta del padre Serafin, como si quisiera ahorrar al joven una experiencia por la que él mismo había debido pasar y que despertaba en su memoria un temblor casi sutil... esto puede llevar hasta el sacrificio... y le citó el pasaje del Génesis en que Abraham se muestra dispuesto a sacrificar a su propio hijo Isaac: "Todo es de Dios, murmuró el padre Serafín, Todo es de él, por él y para él. Meditar como Abraham te lleva a una total desposesión de ti mismo y de lo que te es más querido... busca lo que valoras más, lo que identifica tu yo... para Abraham era su hijo unico. Si eres capaz de esta donación, de ese abandono moral, de esa confianza infinita en lo que trasciende toda razón y todo sentido común, todo te será devuelto centuplicado: "Dios proveerá".
Meditar como Abraham es adherirse por la fe a lo que trasciende el
universo, es practicar la hospitalidad, interceder por la salvación de todos los hombres. Es olvidarse de uno mismo y romper los lazos más legitimos para descubrirnos a nosostros mismos, a nuestros prójimos y el universo habitado por la infinita presencia del "Único que es".